martes, 12 de agosto de 2008

Si te dicen que caí.

Hoy fui capaz de andar, de levantarme y de mirarme al espejo, de fijarme en mi ojo detenidamente y de gritarte que te fueras a la mierda. Ayer traté de entenderte aunque nunca tuvieras razón, aunque me hicieras cojer un autobús a 400 kilometros de distancia para después hacerme esperar en la estación, sólo, fumandome el tiempo y el dinero, rabiando por dentro por perderme la noche estrellada. Y aún así no te monté un espectáculo. Uno que te merecías.

Pero ya no. Ahora ya no sé qué más decir o hacer. Tú me tienes harto. Tú consigues que mi rabia no se vuelva llanto como me pasa siempre, consigues que mi rabia salga y rompa contra el techo, poqrue tienes la cobardía metida en el pecho y no consigues enfrentarte a mí sólo. Porque un día te arrepientes, lloras y nada de eso ya servirá para recuperarme. Algún día no me verás más acurrucado y sumiso por ser tú la mano que me mece. Pero ya no.

Ahora, que ya no eres nada, que ya no me inspiras nada, simple coraje por ser quien soy, ahora dejas de darme pena, mamá.

Déjame en paz.

No hay comentarios: