jueves, 14 de agosto de 2008

Capítulo 2:

Tu mente y tú. Tú y tu mente. Tu mente y tú. Siempre has sido de esas personas, desde pequeño, que les gustaba estar solo, que les gustaba la soledad y la tristeza, aquel tipo de personas que suelen ser odiosamente irritantes y vergonzosas.

De pequeño te encerrabas en tu cuarto a llorar, en el patio del colegio, en las esquinas del jardín,mientras te doraba el pelo las nubes negras, sentado, mirándote los pies y leyendo en las huellas de las hormigas. Fue en ese momento en el que empezaste a leer, a buscar consuelo en las cartas y en los lápices,dibujando amigos imaginarios con colores Alpino fuertes. Rojo. Azul. Verde. Nunca negro. Los recortabas y jugabas con ellos por toda la casa,hablando con ellos, y jugando a la vez con las hojas del jazmín, que te encantaban porque te recordaban a las sirenas. Pasaste la época de las barbies y tuviste el coraje de pedírselas a tus padres. Los pequeños ponis también eran santo de tu devoción, pero no por el hecho de ser muñecos de niñas,en absoluto, con 7 años no piensas en eso. Te encantaba sumergirlas en el agua y jugar con su pelo, no había cosa que te entretuviera más. No había cosa. Después llegaron los Action Man, pero de ellos no diremos nada salvo que te encantaba desnudarlos y verles en calzoncillos.

Después llegaron los libros. Ahí fue realmente, desde muy pequeño, donde tú te sentiste acogido por alguien, donde te sentiste integrado. Qué lástima. las aventuras que pasaste con Harry Potter, con Noah Gordon y la famila Cole, con las mujeres de los manicomios de Torcuato Luca de Tena, con tantos y tantos personajes que te hacían reir y llorar...para ti eso era tu vida...Lo piensas y se te hunde la vida en las manos. Tú que deseabas en los recreos que se acabaran a los cinco minutos de empezar... ¡Y qué cambio tán drástico! ahora que cualquiera te entra en casa...

Pero entonces tu vida era muy diferente. Una madre obsesiva por tu alimentación, por tu vida, por la de tus hermanos... Y esa era otra, tus hermanos... Ellos que prácticamente no supieron de tu existencia hasta el día de tu comunión...

Y ahora mira en lo que te has convertido, amigo. Ahora que no eres nada, que no eres ni sombra de lo que siempre deseaste, que no eres nada, ni aire ni tierra... Te faltaron agallas para cojer la vida por las manos y decirle ¡basta! y seguir tu camino como tú querías, no como el resto te dijo... Por tu cabeza pasaron tantas ideas tantas veces, tantos hechos a punto de cumplir, por falta de un último momento de inspiración, y que las valerianas no te hacían el mínimo efecto, todo fueron conjunciones de los astros, o eso quisiste pensar, para que siguieras adelante como todos...

Y después llegó la música...

martes, 12 de agosto de 2008

En la ciudad sin estrellas o Las noches sin sueño.

Capítulo 1:

Apareces desnudo, vacío y con una herida en la frente. Tienes los ojos cargados y llenos de polvo, la cabeza embotada y llena de ruido. Te levantas y miras al suelo. Ropa y colillas, y una ducha que suena, pero no es tu casa. Preocupado, como cada vez, te levantas y te vistes sigilosamente, intentando no despertarte para no montar un espectáculo. Te pones la camisa de rayas, los pitillos negros y la rebeca que te regalaron la semana pasada. Y sales a la calle, a la mañana llena de resaca por cada esquina y te tapas el sol. Precisamente hoy tenía que empezar el buen tiempo y salir el sol, precisamente hoy, que tenías la borrachera más grande de tu vida, precisamente el día en el que no te acordabas ni de tu madre, y mucho menos de lo que te había sucedido la noche anterior, aunque sin duda nada bueno pues tenías el cuerpo dolorido, lleno de moratones y ni podías sentarte debido a una noche más bien salvaje.

Llegas a tu casa y lo primero que haces es poner la ducha en funcionamiento. Agua fría. Agua fría. Agua fría. Mierda! la bombona a vuelto a morir,y precisamente hoy joder. Te metes y cuando la cabeza se te ha encojido de lo congelada que está el agua, suena tu teléfono, martilleando tu cabeza y haciéndotela añicos y sales corriendo a cojerlo. "hola mamá. si mamá.si.si.si.si.no.te he dicho que si.que sí mamá.adiós mamá". Una vez que ya pasas de volver a la ducha porque prefieres vivir una semana más a morir modo cubito de hielo gigante, te secas y te vistes para comprar el pan. Los días de resaca siempre te apetece comer salado y pan. Mierda, es domingo. Te quedaste sin pan. Te llaman. "¿Si? Dime Alejandro. No. No creo. En casa que anoche tuve fiesta o algo parecido. ¿Con quién me fui? triunfazo pues,si lo sé me hubiera quedado en su casa...que hay un video colgado en internet? Joder. Tomamos un café y me lo cuentas. Adiós." Y ahora maldices todo lo maldecible. Un video tuyo y del chico con el que anoche te acostaste colgado en internet no puede ser bueno, seguro que no salís bailando pasodobles precisamente. Joder. Joder y joder.

¿Y ahora qué? esperar a que te cuenten lo que pasó anoche y que te enseñen el vídeo. Te cagas en todo lo cagable y un poco más y te preparas un buen filete de ternera con un sofrito de ajos y cebolla. Cocinar siempre se te dio ten bien y te relajó tanto...pero ahora ni si quiera un comedor militar te relaja los nervios que tienes.

Te vistes de nuevo, te pones guapo y sales a la calle a por ese café, agarando en la mano la rabia para lanzarsela al primer hijo de puta que se te cruce por la calle y soltarle dos hostias como dos catedrales, porque te conoces, y sabes que en cuanto hables con alguien le soltarás cualquier tipo de barbaridad, así que mejor que sea un desconocido, y por suerte, vives en un barrio a punto de mudarte lleno de yonkies aparcacoches.

Más enfadado si cabe, te montas en el autobús. Nadie te ha molestado por el camino, menuda mala pata. Una vez dentro, con una fatiga increible llegas al lugar de encuentro y con el primero con el q te cruzas es con el tío de anoche, que te mira, se ríe y viene directo a ti mirandote con cara de lascivia...Esto promete, te dices a ti mismo...

Si te dicen que caí.

Hoy fui capaz de andar, de levantarme y de mirarme al espejo, de fijarme en mi ojo detenidamente y de gritarte que te fueras a la mierda. Ayer traté de entenderte aunque nunca tuvieras razón, aunque me hicieras cojer un autobús a 400 kilometros de distancia para después hacerme esperar en la estación, sólo, fumandome el tiempo y el dinero, rabiando por dentro por perderme la noche estrellada. Y aún así no te monté un espectáculo. Uno que te merecías.

Pero ya no. Ahora ya no sé qué más decir o hacer. Tú me tienes harto. Tú consigues que mi rabia no se vuelva llanto como me pasa siempre, consigues que mi rabia salga y rompa contra el techo, poqrue tienes la cobardía metida en el pecho y no consigues enfrentarte a mí sólo. Porque un día te arrepientes, lloras y nada de eso ya servirá para recuperarme. Algún día no me verás más acurrucado y sumiso por ser tú la mano que me mece. Pero ya no.

Ahora, que ya no eres nada, que ya no me inspiras nada, simple coraje por ser quien soy, ahora dejas de darme pena, mamá.

Déjame en paz.