viernes, 14 de marzo de 2008

Cuando la inspiración te agarra y no te suelta, tienes que dejarla salir por donde buenamente se pueda. Y es que las musas, como leía hace poco, desaparecieron de mis brazos hace casi un mes y no volvieron. Debió ser la felicidad, que entretiene con cualquier cosa. A pesar de todo, y de la mala leche que se me sale por las entrañas, he decidido hacer algo con mi vida, escribir a ver lo que puede suceder, pensar en las cosas que pueden escribir mis dedos sin pensar.

Escribiré un cuento, un libro, una vida, moveré los hilos de los hijos de las manos con la intención de formar escenas cotidianas y malhumoradas.

Hoy sin embargo, el cielo está nublado, y he dejado el ambiente con olor a azahar y caluroso por una rebeca de 6 años atrás, de las peores navidades de mi vida, rozando mis pelos a falta de un buen amor, a falta del sexo que tanto imagino.

Y es que la sexualidad llama a mi puerta, el deseo, sentado en la butaca frente al ordenador llama una y mil veces y mueve mis órganos en sintonía con la música. - ¡Que no quiero sexo!

Pero nada, ahí continúa...qué asco de soledad premeditada y qué asco de asientos de piel. Que por lo menos llueva, que ya se verá el resto...

Y vivir de lo vivido...

Espero que de ahora en adelante ninguno de los dos salga a la calle, es algo que tenemos que evitar. O tú o yo, pero jamás los dos. He llegado a un punto en el que todas tu palabras me resultan hirientes, clavos ardiendo q me lanzas con saliva, escupiendo las palabras como si sintieras odio, rencor, hablándome como con intenciones de darme celos sobre tu vida, haciéndome quedar en ridículo frente al resto del mundo, frente a nuestros amigos, frente a aquellas personas que conoces gracias a mi. Pero ya no más. Ah no, ni un paso más. Hasta aquí llegó esta situación en la que tú, siempre tú tienes la razón.

¿pero sabes qué es lo peor? que como siempre, la culpa pienso que es mía. Tú utilizas las palabras, la memoria par atrastocar a tu antojo, usas los versos a tu antojo y los envuelves formando pequeñas pelotas que lanzas en la dirección que quieres, pues tus palabras convincentes convencen a cuaquiera, incluso a mí.

Y ya no más...Ahora soy yo el dueño de mis pasos.

Y que estas palabras llenas de ira y de fuerza no caigan en saco roto, y me enseñen a aprender, porque a pesar de todo te quiero y siempre serás mi amigo.