miércoles, 7 de octubre de 2009

Olvídame.

Mañana parto, mañana muero, mañana lloro, mañana añoro el día de hoy, mañana caen estrellas contra el suelo que atraviesan mi cabeza, mañana, probablemente, desaparezca mi cara de este suelo de arena roja y forme castillos de cristal en una ola de espuma rancia, amarga como los campos de cebada que nublan mi seso y arañanan mi cuerpo desnudo, mi cuerpo que antes era carne y ahora sólo es humo negro, marchito.

Y me persigues por la calle en la que arrastro mis alegrías y mis triunfos, mordiéndome y arrancándome el deseo de debajo de las uñas, adheridas a las losas del suelo, porque ya no quiero ir más al sitio de tus reinos. Acabados los duelos, perdidos los deseos, moriremos sobre esa línea estrecha que separa tu ira de mi odio, tu casa de mi cielo.

Nunca más digas que la noche nuca tuvo tantas estrellas como hoy. Nunca cuentes los vientos que nos azotaron ni las piedras que llovieron sobre nuestra casa, porque sólo yo puedo creer(te) lo que nace de tu cabeza.

Olvidemos la sangre de la naranja resbalando por tus brazos y lo jugoso del tomate al reventar contra mis dientes de marfil y perla. Olvida la noche en que me prometiste los besos que pisaba, la noche en la que salí corriendo y cogí el primer vuelo que me llevaba lejos de ti y de todo.

Olvídame.

lunes, 7 de septiembre de 2009

[ Shhh ]

Scott Matthew - Language.

http://www.youtube.com/watch?v=1d49RHL2B8M

El cielo estaba encapotado, de un gris que arrastraba las calles y devoraba casas, llorando pequeñas gotas de lluvia sobre sus hombros.

El cielo estaba medio roto aquella mañana cuando salió a desgarrar las venas de aquella ciduad infinitamente sola, necia. Los pasos caían desde lejos sobre los pequeños regueros de agua que se iban formando entre los adoquines, formando charcos, estancándose en el olvido de los bordillos de las aceras mientras arrastraba a su paso colillas y papeles en su particular y pequeña Odisea. Las calles, anegadas de paraguas y veneno, rezumaba olor a podredumbre y ciénaga, al empalagoso y mareante olor de magnolias. Y a pan.

Agarrado el brazo a sus libros, a su música y sus recuerdos mientras la calle se rompe con el grito ahogado de una sirena. La gente ya no se pregunta qué pasa al olor de las ambulancias. Pero su memoria late entre el pecho y su alma recordando que ningún ruido perturba el sueño de los caídos en el desierto y que anoche su cuerpo yacía pendido sobre los límites del Averno. Sólo tres míseras granadas le mantienen a este lado del límite entre lo sucio y lo prohibido, desollando las aves que ardían contra sus muslos. Las alondras tras las persianas.

En algún punto, en mitad de esta nada que es su camino, un sólo disparo lleno de rabia atravesará su rosado paladar mientras la calle se esparce de carmín.

Origami en sus alas.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Noli Me Tangere.

He buscado tu ventana en mi casa y no está. He mirado por mi balcón esperando ver tu calle. Y no está. Sólo tengo una carta sin remitente, cerrada, en la mesa de mi habitación pero sé que está vacía. Mis maletas en la puerta, en la acera, esperando que se roben las camisas y los sueños, esperando que aparezcas cruzando la esquina para poder lanzarte una maceta de helechos que compraste para los dos. Tu saliva en mi boca y mis labios en tu sexo.

Tumbado en el balconcillo que da a la calle grande, mientras el olor a basura sube por las paredes rezumando ponzoña, huele desde lejos el sudor que trae pegado al cuerpo, la boca sin lavar, las manos sucias y usadas en otro cuerpo que no es el suyo y con las rodillas peladas. En su cara lloverán monedas y nubes negras de terciopelo y de su boca llena de espuma nacerán diecisiete salamandras coloradas, uncidas con el cuerpo del Hijo.

Mientes y callas al salir del agujero, desorbitando adoquines y arrancando flores de mi pelo, orinándote en las úlceras de tu alma.

Y vence, gana, se proclama; haciendo funambulismo en tus pestañas de acero.

jueves, 6 de agosto de 2009

Duda.

All Time Love.
http://www.youtube.com/watch?v=NmqqjcIObXM


Bajo un tragaluz de cristales rotos pasea encendida la Duda.
Y desapareció, de repente, una tarde en el viento ahogado de tu casa.

Tú no pudiste más que escuchar el sordo lamento de la gramola y la noche.

viernes, 10 de julio de 2009

La Fatalidad del no saber. - Te.

La cerveza llena de espuma que ahoga el sueño, impide la tarde y atrapa mosquitos de lana y miel; conjura el tedio y la osadía. Una máscara de madera y miedo se la bebe y revienta sus vísceras, derrotando en esta batalla al calor sofocante de tus piernas, a los millones de partículas que bullen en tu sexo húmedo incansable; insaciable; oscuro. Tus manos rompen en un baile de dedos ligeros, rápidos y frágiles, dominando el ser que se te escabulle por los pelos rizados, azabaches y densos, enmarañados en tus ganas.

Ahora se avecina lo peor, Todo Lo Malo. Tus muslos se aprietan contra el sofá de cuero rojo, tu boca y tu lengua juegan otra partida distinta a la de tus manos, besando en soledad la nada y el tiempo. Y tus dientes se retuercen sangrando tus encías y la almohada, que ahoga tu dolor enérgico e intenso, complejo de explicar, pero lento, muy muy lento, retrasando esta agonía de sal y fuego.

Y te desvaneces en el momento que explotas. Y un grito desgarrador te despierta de tu inconsciencia fatua.

Taciturna, vehemente, despesperada, no consigues encontrarte en los pedazos de tu cuerpo que han caído bajo el sofá.

Tres. Dos. Uno.

jueves, 2 de julio de 2009

X Y Z.

Este mar imantado que para mí siempre resta.
Golondrinas negras lloviendo en tu calle.
Luna de cemento y hormigón.
Espumarajos que él expulsa por su boca loca de miedo
y asume la caída de la soga por su neutral existencia.

Un corral lleno de ovejas negras
y cabritos del revés. Una monja violada por un puerco.

La espera de una guitarra sin cuerdas y una flauta sin viento.
Agita tu bandera blanca...

XYZ.

Este mar imantado que para mí siempre resta.
Golondrinas negras lloviendo en tu calle.
Luna de cemento y hormigón.
Espumarajos que él expulsa por su boca loca de miedo
y asume la caída de la soga por su neutral existencia.

Un corral lleno de ovejas negras
y cabritos del revés. Una monja violada por un puerco.

La espera de una guitarra sin cuerdas y una flauta sin viento.
Agita tu bandera blanca...

miércoles, 17 de junio de 2009

De siete días en un bolsillo.

El batallón de hormigas que se cuela por mi boca sedienta, pidiendo guerra y devorando mis papilas gustativas, ahora vacías porque te has bebido todas mis ganas, dejándome este mal sabor de boca que encuentro apoyado en mi almohada este amanecer que nunca termina de romper.

Me levantas la sábana llena de cuerpos húmedos que se ahogan en este sopor de las tres de la tarde y me lanzas contra la alfombra, derritiendo todo el néctar de mi cuerpo. Entonces me miras desde lo alto de tu balcón negándome tu trenza oscura y rota.

Ya nunca será mañana en tus ojos cerrados.

Y a pesar de todo te espero en este cuarto de baño cubierto de orquídeas malvas que te buscan bajo el agua y entre mis heridas, lamidas una y mil veces con mi lengua de perro viejo y seco.

Ven y grítame al oído, ponte frente a mi y pégame todos esos golpes que nunca me diste. Ven para desaparece para siempre, mala sombra.

jueves, 11 de junio de 2009

Con tres puntos suspensivos.

Las voces que te persiguen después de ser gritadas a la luna. La luna que te persigue injuriosa en cada esquina. Las esquinas presididas por Berenices, Rapunzels y Cenicientas desamparadas, por mujeres desalmadas de la noche. La noche que sin quererlo se acaba y se hace más pequeña, huyendo del sol y protegiendo a las estrellas, partiendo hacia otros universos.

Un espejo presidido de rosas rojas, manchadas de carmín, cayendo desde lo alto de los armarios que, cubiertos de polvo, nos descubren los secretos de la mañana.

Poco a poco te desperezas de las rejas que te impone la noche y el cansancio. Hoy ya no puedes hacer más. Mientras tanto te alimentas de recuerdos y de velas calientes, absorbiendo sin querer tu gravedad.

Te espero a los pies de la manta de hierba que cubre mi cuerpo, ahogado por la intensidad de este calvario que tú llamas vida.

A miles de lunas de aquellos otoños cubiertos de hojas y cumpleaños aparecerás vestido de rojo y cristal, impávido ante mi tierna estampa de cría de jabato moribundo.

Con dos libros en la mano y un billete de tren para ayer.

lunes, 8 de junio de 2009

La noche menguante.

Con el despertar de los relojes amanecen los ceniceros llenos de colillas, frías, secas y usadas, impregnando con su olor y sus recuerdos la habitación y mi ropa. Se balancea la hamaca al ritmo del viento y la luz, una hamaca blanca que refulge en el balcón lleno de geranios, mirando a la calle, vacía, llena de luz, mirando a las ventanas, esperando que alguien la use para beberse la tarde.

Mientras tanto tú desapareces y apareces a lo lejos. Dices que vas a llegar a la hora de comer y yo te preparo gazpacho y fruta recién comprada, recién cortada de su rama madre. Llegas tarde, siempre lo haces, igual que te vas sin despedirte, sin hacer aspavientos y yo te espero aunque sé que no me despedirás con un beso...Pero me gusta tu forma de irte, aunque nunca sepa si volverás.

Y nos fumamos la tarde esperando la noche fresca que nos arranque este calor aplastante, soporífero que nos tumba en el suelo leyendo libros robados.

La noche menguante nos acecha y nos revela el secreto de la guitarra del vecino con su rasgueo asesino que nos posee con este frenesí y esta excitación color oscuro. Y en plena explosión de nuestros orgasmos perder el conocimiento y sentir el éxtasis de las drogas.

Por favor, llévame a ver salir el sol desde todos los portales de la luna.

jueves, 7 de mayo de 2009

El Bosque.

A pesar de que siempre tienes la sensación de escribir lo mismo, de usar las mismas palabras, las mismas formas, a pesar de todo eso, hoy sientes diferente. Hoy, la Ciudad que dormita en tus brazos, mecida bajo el lento ronroneo de los árboles que nunca duermen, crea un espectáculo de luces y sonidos que parece casi mágico, con sus licántropos dormidos en cartones, desahuciados de sus cuevas y acompañados únciamente por sus cartones de vino; los duendes rojos, salvajes y borrachos, de cabeza rapada; los magos con sus pipas y hierbas mágicas; los caballeros. Y el Monstruo que habita en ese árbol, en ese armario, en ese cuerpo, ese cuerpo que se transforma y se come un par de ancianas grises, de moños oscuros, zapatillas de paño y corazas metálicas, defensoras de la paz y el orden de la ciudadela. Pero en el fondo de El Bosque, en lo más profundo y oscuro, ahí se encuentra el Caballero Solitario, siervo y cuidador de los Ojos del bosque y de los pequeños sentimientos, esos seres repudiados por la sociedad a la más completa soledad, castigados a no ver más que la noche, a no oir más que el silencio y el llanto quejumbroso de los muertos. Pero el Caballero tiene un arma, la más poderosa de todas. Es una bolsa que guarda en su interior, donde no hay nada, vacía, yerma. Y ahí esconde los sentimientos, se los lleva, los secuestra de la oscuridad, se los roba, se los come y se los guarda muy adentro, en una esquinita de su saquito, en un pliege recóndito donde los deja pelear, que se conozcan, se amen y odien. Y allí permanecerán, a salvo de todo lo ajeno, llenando su silencio de miedo y onomatopeyas.

No los busqueis, son todos míos.

jueves, 30 de abril de 2009

Que no es nada.

Mi pequeña vida, que no es nada; y te das cuenta y es lo peor de todo, que no es nada. Vienes de escuchar la vida más triste del mundo, de una mujer que lucha por su vida, por su matrimonio y su familia, por salir del hoyo, ese hoyo que tu visitas con frecuencia, que has establecido como tu hogar, oscuro, seco, como tú, vacío, como tú, lleno de mierda y odio... Y escribes esto con una sonrisa irónica, escuchando el canto triste y profundo, desgarrado, roto y lleno de dolor de una mujer que perdió a su marido hace veinte años en una plaza de toros, escuchando cómo la guitarra de un cantautor venido a menos llora sus problemas de entonces y ahora, escuchando el adiós de una cantante muerta en vida. Pero ya sabes de qué va esto. Te gusta ser un ente triste. De hecho crees ser la persona más deprimente de toda la Tierra, la más inmunda y la más sucia, rastrera y pisoteable, como una simple haba de un paquete de frutos secos. Sabes que no vas a hacer nada bien, por más que tu intentción sea la mejor. De hecho llegas del lugar más feliz del Mundo(después de Disneyland) abandonando a tus amigos a la luz de los farolillos y las alegres sevillanas.

Nadie para ti. Nadie para mí.

Y es aquí donde un día dijiste que echarías todas tus visceras y toda tu basura, donde vaciarías tus lágrimas que a duras penas corren por tus mejillas. Es aquí donde se queda tu alma seca y consumida por tu egoísmo, ése que te ha hecho estar sólo, como ahora, cubierto de mierda.

Y encima tienes que dar gracias a la puta vida por regalarte salud y una familia que te quiere. Manda cojones. Ni el gran Edgar Allan Poe en sus peores estados de embriaguez habría soltado tanto odio hacia el Mundo en general y hacia sí mismo en particular. Y suelto un ¡Ole! en honor a la feria y a la puta madre que te parió.

lunes, 20 de abril de 2009

Adiós Nada.

¿Recuerdas cuando de pequeños jugábamos a las casitas y nos llamaban mariquitas?¿Recuerdas cuando jugábamos en los montones de arena y hacíamos túneles para jugar con los playmobil? Dime que también recuerdas los gritos de tu madre: "¡Ya te has manchado los pantalones nuevos!". Dime que recuerdas cada segundo de tu vida, cada detalle, cada insulto y cada carcajada. Ven y cuéntame cuántas veces te has tumbado al sol sobre la hierba mojada y has sentido que estabas en completa armonía con todo el Universo. Cuéntame qué sientes al rozarte con la arena de la playa. Dime qué te parece que te acaricien bajo las sábanas y que las hormigas hagan el amor en tu abdomen, cómo puedes explicar una mirada ¿eh? cómo puedes contarte que el calor de las ventanas dora tu cuerpo, que hay una sonrisa entre el gentío que reverbera entre todas las demás, entre todas las mujeres.

Cuéntale al mundo cuántas aves pasan por tu novena ventana, en un segundo o en mil. Dime y dite el número de limones que han salido del azahar que oliste en primavera, la cantidad exacta de notas que han hecho romperte la piel en millones de pedazos. Piensa ahora cuál es tu canción favorita, hazte ese favor, piénsala en este segundo que te dejo y no encontrarás respuesta.

Y no encontrarás respuesta a nada, porque no existe tal respuesta. Nada existe, nada es, y el tiempo pasa por encima de esa nada como una manada de elefantes que cantan y bailan al sol de los trombones. Adiós nada. Nos vemos, tú y yo, mecidos en invierno por la costa catalana. Adiós Nada, que todo lo sabes.

martes, 14 de abril de 2009

Feelin like a shit.

Hoy he hecho un lavado de cara a mi blog, no tengo nada que contar, pero tenía que renovarme, buscar de nuevo la inspiración en donde menos espero. Los dibujos no son míos, ojalá, son de Alfonso Casas Moreno, un chaval que encontré por casualidad viendo dibujos y los suyos me hicieron sentir feliz.

Poco más. Mis días se vuelven aburridos y no encuentro puertas por las que escapar.

Como escribía Jack Nicholson en El Repslandor, en su máquina de escribir: "feelin' fine". Pero a la inversa y pongamos la palabra mierda. He dicho.

miércoles, 18 de marzo de 2009

El silencio es el fin.

Debes parar cuando encuentras la callada por respuesta. Debes parar cuando el silencio se pasea entre tú y yo, cuando el silencio rompe ventanas. Debes dejar de chillar cuando ves que me tapo los oídos, cuando cierro los ojos con fuerza esperando que al abrirlos hayas desaparecido. No debes agarrarme del brazo e intentar retenerme. No debes. No voy a salir corriendo, ni voy a pegarte. No voy a cerrar más la puerta de un portazo. Tu puerta ya no es mi puerta, tu puerta ya no da a mi calle. Cuando oyes los pasos alejándose por el pasillo y no te escuchan, es el final. Cuando has dejado de oirlos, eso es el final.

Quédate con esto, tú que no entiendes. Quédate con mi mirada, con mis ojos rotos, con la arena que traje de la calle pegada en el zapato, con mi camiseta. Con el tabaco que me fumaste, con las canciones que ya nunca jamás escucharé.

¿Y ves esta baldosa? ¿esta línea del suelo? De aquí para allá he sido tú y yo, todo aquello ha sido nuestro. Para acá lo que queda lo camino solo, sin nada más en las manos que mi propio corazón.

Ahí te quedas, compañero.

lunes, 16 de marzo de 2009

Qué bien.

Un pájaro posado en la ventana que no sabe volar, que quiere, pero no puede volar. Un pájaro que se merece un pequeño empujoncito de su madre, ese poco de confianza para que extienda sus alas y vuele. Su madre no está, así que le pegas un pequeño empujón y el pájaro, justo una milésima de segundo antes de caer, te mira y te pregunta por qué lo has matado, con ojos de corderito degollado.

Y el pájaro cae, desde un piso quince, a una velocidad de trece metros por segundo.

Cuando choca contra el suelo y se desparraman sus sesos y sus vísceras, tú te das cuenta que ya estabas muerto antes del piso número nueve.

Tú y tus sentimientos, muertos los dos, echos una pelota y lanzados a una papelera llena de pañuelos de mocos y folios a medio escribir.

Qué bien tu vida. Qué bien.

viernes, 20 de febrero de 2009

Escombros bajo los escombros.


Una cámara de vídeo graba un verano, una playa, un niño con cubo y pala que hace un castillo de arena y lo destruye porque no le gusta, porque le ha salido deforme, débil, sin contrafuertes que resistan el oleaje, sin una fosa que se defienda del enemigo más temido, el cangrejo y el agua. Ni un mal cocodrilo que se coma los intrusos que osan destruir su fortaleza. Un castillo de arena en medio de la nada que acaba pisoteado por un ser superior en tamaño y fuerza.

A muchos kilómetros físicos, un niño destruye un muro, con un cubo y una pala, un muro de cemento, de hormigón armado de hierro y piedras. Más allá no sabe lo que hay y es eso lo que le hace seguir adelante en su tarea, lo que le anima a continuar en su ardua labor de destructor de un muro que apareció de la nada y le separó de su familia, de sus amigos de otro país, de otra cultura. Y continúa destruyendo, de a poco, pero lo intenta, con ganas, primero un poquito, luego un gran hueco que le enseña un cielo azul, con nubes blancas, con pájaros diferentes a los que se ven desde su casa, desde la sombra de una palmera.

Y se oye en el telediario, en la radio. Se lee en toda la prensa. Un niño destruye el muro que separa su vida de infante de su vida de adulto. Un muro inexistente para la mayor parte del Mundo pero más que visible para los pueblos que viven a uno y otro lado. A través de dicho muro se puede oir a la gente llorando, de felicidad quiere suponer nuestro pequeño amigo, y se crece por dentro: está cambiando el mundo, la tierra que pisa, simplemente por andar jugando con sus materiales de niño pequeño e inocente.

Pero se oye un gran estruendo y nadie dice nada, y nadie llora y nadie grita. Una bomba sepulta los escombros de otra bomba que produjo más escombros. Y nuestro pequeño amigo desaparece. Su muro desaparece. Su hueco en el muro desaparece. Su vida...¿qué decir de su vida? Pues eso, que desaparece. Para siempre.

Y solo queda el recuerdo de un niño jugando en la playa con un cubo y una pala que, grabado por una cámara de vídeo varios años atrás, produce ternura y emoción.

Nuestro niño se ha hecho mayor. Qué bien. Qué suerte.

miércoles, 4 de febrero de 2009

La noche.

Hay días que pasan, sin más ni menos, días que no echas cuenta cómo han pasado las horas, días en los que duermes sin más mientras caminas y mientras te mueves como un autómata. Y hoy era un día de esos, un día de los de nada. Pero ha habido un problema: hoy la ciudad se ha llenado de negro, de oscuridad, hoy la Noche ha alcanzado al Sol, al astro Rey, lo ha secuestrado para sí y lo ha escondido para que nadie pueda verlo. Hoy se ha inundado todo del negro.

La Señora de la noche ataca con agua, con viento, con caos, desconcierto y atascos a la ciudad. Al ruido le ha nombrado Señor de la Guerra, Comandante en Jefe de su lucha por la posesión de las horas y éste ataca indiscriminadamente contra todo el mundo, con ambulancias que rompen el silencio de la noche, con bebés que lloran y maman por joder, con la rebelión y lucha encarnizada de todo los cuadrúpedos, el levantamiento de los reptiles, llegando a tomar por completo edificios, camas y pensamientos, miradas y roces.

Hoy la Señora de la Noche, de la Oscuridad, ha dado un escarmiento a todos aquellos que osaron reirse de ella y maldecirla.

Bien hallada.

El viento que te trajo hasta mí.

Las palmeras llevan toda la mañana balanceándose al son del viento, con su ritmo, despeinándose, meciendo las miradas de los transeúntes, de los vecinos, de los mendigos que, arropados con mantas robadas, sucias, pero decentes, piden en la calle una limosna para gastar en un simple litro de vino o cerveza y un mendrugo de pan. Y es que las penas con pan son menos. Siempre.

Las ventanas azotadas por el viento intempestuoso, la ropa que baila al son del sur, dos pinzas que sujetan y llevan el ritmo para que no vuelen, mientras de fondo se oyen canciones que suenan antiguas, con ruido, a disco de vinilo de padres jóvenes, a guateques donde meterse mano, con guitarras poco precisas, un piano desafinado al sol que calienta tus manos mientras tocas...Y será domingo, manoseándo la palabra viernes, desenredando el fin de semana, ese fin de semana que te apetece estar solo en casa, fumando. Porque decides fumar y desaparecer de esta ciudad un par de minutos con cada calada, con cada bocanada de humo que te llena los pulmones de penas negras, de ruido de ciudad...Toda la noche en vela, jugando con la luna llena.

Y te levantarás con la sensación de que el día es largo y aprovechable, con el regusto amargo en la boca y en los ojos de los días que están destinados a ser días vagos, con la sensación de necesitar cientos de mantas que te aprisionen y te hundan en la cama, dando calor y confort a una cama deshabitada, vacía de sentimientos, con música de jazz, de soul, con algunos detalles de cantante y guitarra, de concierto acústico pobre de fondo, mientras tu cuerpo grita, llora y ríe por lo bien que te cuida Lisboa, por lo bien que te sientan los veinte, por cómo sientes que tu cuerpo crece en el interior de una botella llena de arena y piedrecitas, buscando besos en las sábanas de otros apátridas como tú. Pero sonríes, porque Joaquín y Joan Manuel te sonríen como dos pájaros matados de un tiro, porque dos protagonistas se asoman de una estantería, uno con una guitarra colgada, la otra con una bufanda caliente, con un título tan sugerente como Once, como Una vez, como Quizá nunca o Quizá siempre...

Quizá algún día de sol y viento vuelvan a salir las letras de cada uno de tus dedos...Y el cielo se vuelva violeta.