martes, 19 de febrero de 2008

Estoy deseando llegar, verte a través del cristal, que el corazón me lata a mil por hora, que se me empañe el cristal y que de repente desaparezcas, que baje las escaleras y no te encuentre, que coja mi maleta, me dé la vuelta y aparezcas, con una bolsa de gominolas, con unas galletas, con un abrazo y un beso por el largo viaje. Estoy deseando verte para abrazar los sueños que se me escapan por la boca y por las manos, por los dedos que escriben sin cesar tu nombre. Estoy deseando aparcar el teléfono móvil y poder acariciarte, poder sentirte, poder oler tus manos, que me toquen y que me erices. Estoy deseando que llegue el día en el que tú y yo seamos solo uno.



Estoy deseando que nada de esto haya sido un sueño, pero las sábanas se me quedan pegadas por todo el cuerpo debido al sudor, aparezco con unas marcas horribles en la cara, arruguitas de la almohada clavadas en las pestañas. Y ponerme en pie y desayunar tranquilo....y que tu voz me llame desde la cama. Que todavía no me he ido.

Las luces y las sombras que todo lo inundan.


Al principio hubo oscuridad. Mucha oscuridad, rota por pequeños estallidos, pequeños relámpagos que inundaban todo con su luminosidad y su fuego, con su electricidad y su fuerza. Después surgieron pequeños sereses con pequeñas bombillas transparentes en sus pequeñas cabecitas, situadas juasto encima de sus pequeños ojos, guiándoles por los yermos caminos. Consiguieron organizarse y crear pequeñas sociedades donde imperaría la luz y donde ella sería La Reina, así sería conocida en todo su amplio dominio.

Pero sucedió que entre todos aquellos seres uno se reveló, el más pequeñito de todos, el que menos luz tenía sobre sus ojos, aquel que más brillaba en todo el reino. ¿Por qué guardarnos la luz para nosotros? - decía - ¿por qué no la compartimos con el resto de seres que viven en este mundo? Pero nadie le hizo caso, le tenían envidia y miedo a la vez, pues mientras hablaba su cuerpo emitía pequeños destellos que salían de su boca, de sus ojos, de sus patitas, de sus manos.

Le desterraron lejos, al país donde la oscuridad era, si cabe, más oscura aún.

Pero él estaba féliz. Cantando salió de los límites del reino, emitiendo ya no pequeños, si no enormes reflejos de luz, grandes cantidades de una luminosidad jamás conocida en aquel Mundo. A cada paso que daba, a cada palabra que decía, a cada saltito que daba sobre los secos caminos surgían seres desconocidos, no porque no existiesen antes, sino porque no veían ni eran vistos. En esto crecieron unos seres diferentes, quedos, inmoviles pero llenos de vida y ¡De colores!, crecieron rápidamente alentados por la voz y la luz del pequeño aventurero. Salieron bayas y frutos carnosos de vivos colores, animales mínimos que le seguían en su camino, pues se dirigía hacia lo alto, hacia la más alta montaña del Mundo para iluminar, no le importaba el camino ni le importaba el peligro, sólo quería luz, era su droga, veía lo que conseguía con ella y quería más, para él y para todos los habitantes.

Los otros animales luminosos, aquellos que le desterraron corrieron tras él, pues tenían miedo, su país se estaba convirtiendo en el menos luminoso y eso no podía suceder, aquello era un insulto. Su mayor sorpresa llegó cuando descubrieron que el resto de seres también tenían luz propía y se la transmitían unos a otros, el canto del pequeño aventurero les había dado el mejor regalo de todos, la vida y la luz.

Una vez en lo alto del monte, cuando se disponía a soltar todo el aire y abrir el cielo a los ojos del resto del mundo, una diminuta flecha fue disparada desde la posición de La Reina. En ese momento, el cuerpo de nuestro pequeño aventurero cayó al suelo. El Imperio de La Reina jamás sería vencido. Pero en lo alto de la más alta montaña del Mundo sucedió algo, del cuello del pequeño animalito surgieron, en lugar de pequeñas gotas de sangre, unas diminutas gotitas de luz, su esencia, su vida se transformaba en agua que bullía por el suelo y se elevaba cielo arriba, formando pequeños girones en el aire que subieron a un velocidad vertiginosa...

Y entonces ¡Pum! empezó a llover, pero no era agua clara y transparente, eran cortinas de agua roja,amarilla, verde, rosa, ámbar, naranja, ¡azul!, cortinas de agua que cayeron ladera abajo, inundándolo todo de colores, de vida, de alegría, de todo lo que antes era un sueño, de todo lo que un día soñaron que sería el Mundo.

Y de repente esa lluvia, tan llena de tantas cosas, subió de nuevo hacia arriba y desapareció, abriendo un hueco en las nubes y dando paso al sol, que no cesaba de cantar y dar saltitos iluminandolo todo y a la luna, que era su esencia, su alma, su vida.

martes, 12 de febrero de 2008

Y se vuelve loca en su habitación.

Y sí, tengo recuerdos de cosas que aún no he vivido. Debo estar demente perdido, pero mi imaginación vuela y tengo sueños q me traen de cabeza, pienso en momentos quem e gustaría vivir y llego a pensar que pueden ser reales. Me queda poco tiempo para comprobar si todo aquello de lo que me llevan hablando semanas(unas semanas que realmente llegan a ser adorables) se hace realidad,si se convierten en una pared sólida de barro y paja, y no simple humillo color canela.

Espero que las barkitas en el retiro, las cenas en La Latina, los paseos por lugares nuevos, por calles que relamente no conozco se cumplan, aunque nunca se sabe. Y aunque pueda sonar cursi, esas cosas me encantan, y si alguien de repente quiere preosuparse por mi y demostrarme cosas que nadie antes me ha demostrado, ¿Para qué obcecarnos y negar la bienvenida a algo más?



Y querer enseñar el sol de las tardes con olor a café, caliente, profundo, negro y humeante...y algunos besos mientras suenan canciones que hablan de amor y de desamor...que nunca viene mal un poco de cariño.

Que nunca vien mal un poco de algo nuevo...

jueves, 7 de febrero de 2008

Giragiragiragiragiragira

Párate y da unas vueltas, sobre ti mismo, mirando arriba al cielo, a las estrellas de la mañana, a la luna que está a la sombra del sol durante todo el día, a los aviones que sobrevuelan tu cabeza que llevan pasajeros que te observan, desde lejos, pero te observan, te mirran, atentos a tus vuelas. Mira a las hojas que cuelgan de los arboles, aquellas que se balancean pendiendo de un hilo, las últimas y más fuertes que creen que le han ganado el pulso al otoño. Míralas.

Y coje una hormiga, siéntala en tu mano y hazla rabiar, muevela, que ande y no se caiga, y cántale. Que sea cualquier cosa, pero cántale.

Párate, deja de dar vueltas y sigue tu camino. Y mañana rueda por el suelo y mánchate las manos y haz bolitas de barro. Cuéntame qué es lo que sientes al sentir de nuevo lo que sientes.

...Una vez, sólamente una vez, ya lo ves...

Ayer descubrí que no conozco mi vida, ni mi ciudad, ni mis ganas. Ayer conocí una calle estrecha, de adoquines grandes, regulares, incómodos y pulidos que me llevaron como por un camino de losas amarillas a lugares que no conocía. A mi Oz particular. Ayer esperé que el final del camino llegara a mí de una forma u otra.

Y llegó. En forma de voz, en forma de llamada, con un "¡Hola!" inesperado, simpático, abierto y limpio, sincero como una pequeña bombilla en una lamparita pequeña que alumbra una esquinita de la habitación y evita que nos caigamos en la oscuridad de los suelos.

Comento con mi almohada (y ella me da la razón de forma tajante) que los libros han dejado de hacerme caso, ya no me responden ni me consuelan. Es ahora, en lo profundo de mis sueños, en plena fase REM de inconsciencia premeditada donde hayo imaginación, películas e historias que me entretienen en los primeros momentos del día y que se quedan ahí. No duran mas de tres minutos en mi mente, como les sucede a los peces de colores, y me martiriza a lo largo de los días intentando recordar aquello que me sonroja y me sonríe.

Pero ya he encontrado un sustituto a mis sueños. Ya he aprendido a soñar despierto y verme andando tres pasos por delante, siguiendo los pasos de unos patos y unos peces.
Sonrojándome con la luz del día y abatido por el peso de tus palabras.

Y mostrarte lo que ven mis ojos, con el color de las tardes púrpuras de invierno.

...Dónde vas, tan sola y tan tarde...

Que no fueron mis pies, que fueron mis manos las que se enredaron...una vez, sólamente una vez...