miércoles, 7 de octubre de 2009

Olvídame.

Mañana parto, mañana muero, mañana lloro, mañana añoro el día de hoy, mañana caen estrellas contra el suelo que atraviesan mi cabeza, mañana, probablemente, desaparezca mi cara de este suelo de arena roja y forme castillos de cristal en una ola de espuma rancia, amarga como los campos de cebada que nublan mi seso y arañanan mi cuerpo desnudo, mi cuerpo que antes era carne y ahora sólo es humo negro, marchito.

Y me persigues por la calle en la que arrastro mis alegrías y mis triunfos, mordiéndome y arrancándome el deseo de debajo de las uñas, adheridas a las losas del suelo, porque ya no quiero ir más al sitio de tus reinos. Acabados los duelos, perdidos los deseos, moriremos sobre esa línea estrecha que separa tu ira de mi odio, tu casa de mi cielo.

Nunca más digas que la noche nuca tuvo tantas estrellas como hoy. Nunca cuentes los vientos que nos azotaron ni las piedras que llovieron sobre nuestra casa, porque sólo yo puedo creer(te) lo que nace de tu cabeza.

Olvidemos la sangre de la naranja resbalando por tus brazos y lo jugoso del tomate al reventar contra mis dientes de marfil y perla. Olvida la noche en que me prometiste los besos que pisaba, la noche en la que salí corriendo y cogí el primer vuelo que me llevaba lejos de ti y de todo.

Olvídame.