lunes, 8 de septiembre de 2008

capítulo 3:

Contando los pasos. Y las baldosas. Así andabas por la calle, así te gustaban a ti los paseos, solitarios y contados. Un pie en una baldosa, el derecho en la siguiente ¿qué los pasos tenían que ser más cortos? no importa, tú los dabas, querías que el paseo fuera perfecto. Pero nunca lo fueron, los chicles y colillas que se te pegaban a la suela, los pequeños empujones de la gente que no mira al tío que anda sin mirar, contando baldosas, las risas que te atravesaban los timpanos y q siempre creíste que eran por ti... Ni un solo paseo perfecto.

Y al recordar el último se te sonroja la mirada. Como siempre a lo tuyo, mirándote los pasos, chocaste con alguien que no te vio, al que deseaste partirle la cara y solo pudiste rozarle los labios. Un idiota que se chocó contigo por ir haciendo el tonto, por ir contando ventanas de edificios. !menuda absurdez! y le miraste con tanto odio que no te diste cuenta de q sus ojos saltaron en mil pedazos.

Apartándole con los brazos, en un amago de empujón doloroso que ninguno de los dos sintió, seguiste tu camino hacia el bar, cantando lo primero que te vino a la mente y olvidando el suceso acaecido. Y no notaste la presencia del idiota, que se kedó parado en medio de la avenida, clavando sus ojos en tu nuca, oliéndote el pecho en sus manos, y acariciéndote el pelo como buenamente podía. Siguiendo tus huellas en el asfalto.

Tú, sin saber por qué, no púdiste seguir contando, ni cantando, y eso que era lo unico que hacías. Estabas harto de que la gente te preguntara que qué pensabas en tus momentos de abstracción, y ya te resultaba demasiado embarazoso decir y repetirle a todo el mundo que tú jamás te abstraías en pensamientos vanos y superficiales o profundos y drásticos. Tú sólo cantabas. Tenías tu canción para cada momento y lugar, tarareándola hasta la saciedad y odiándola cada minuto. Pero no ahora, no pudiste, se te olvidó canción alguna y no supiste seguir caminando. Miraste atrás y jamás encontraste al idiota que te robó las canciones, pero que escondido tras una farola apagada vio tu cara de necesidad. ¡Joder!.

Siguiendo tu camino decidiste que tenías q escribir lo que te acababa de suceder y te paraste en la primera cafetería que encontraste a robar una servilleta y un boligrafo. El bar donde trabajabas aun te caía a muchas canciones de distancia y no podías esperar, a pesar de q llegarías tarde y de que necesitabas con locura el trabajo, si no, adiós vivienda. Y entonces sucedió algo. Alguien desde atrás respiraba tu aliento, a dos metros de distancia, y te diste la vuelta con un susto, como si te hubiera gritado o tirado un jarro de agua helada. Era el idiota, que por lo visto había decidido seguirte por toda la ciudad. Le preguntaste qué quería y no supo responderte, porque ni tú ni él sabías qué era eso de querer, ni si se trataba de apetecerte un helado y quererlo o de anhelar la piel de alguien y desear la necesidad de depender de ella. No lo sabíais. O al menos tú.

Se acercó. Tú te alejaste. Chocaste con la mesa. Él se acercaba. Muy despacio. Primero con las manos. Después con los labios. Te agarró con una suavidad que jamás conociste el brazo izquierdo. Después la parte derecha de tu cuello. Y tu piel se puso en guardia con miles de flechitas diminutas. Después sus labios, mientras el aire se helaba y te cortaba los pulmones. Agotando los centímetros que separaban vuestros rostros. Y, sin desearlo si quiera, te dio el beso más dulce que existía. Te besó primero en la comisura de los labios. En el cuello, pegado a la nuez. En el párpado.

Te miró a los ojos y sin decirte nada cojió un par de servilletas de papel para escribir lo que le acababa de suceder y para poder dibujarte tumbado en el césped mientras fumabas un cigarrillo. Te agarró de la mano y te sacó del bar en el que por un momento la gente se quedó paralizada, observando la situación y en el que un camarero lloró. Y no os disteis cuenta. De nada. Ni del silencio, que inundó toda la ciudad a vuestro paso.

Y así, abstraídos y mudos, decidísteis ir juntos a contar baldosas y ventanas mientras cantabais canciones al oído de la gente. Pensando que tendrías que buscar otro trabajo y que te importaba muy poco. Pensando que no sabías qué venía después.

Que no querías saberlo.

jueves, 14 de agosto de 2008

Capítulo 2:

Tu mente y tú. Tú y tu mente. Tu mente y tú. Siempre has sido de esas personas, desde pequeño, que les gustaba estar solo, que les gustaba la soledad y la tristeza, aquel tipo de personas que suelen ser odiosamente irritantes y vergonzosas.

De pequeño te encerrabas en tu cuarto a llorar, en el patio del colegio, en las esquinas del jardín,mientras te doraba el pelo las nubes negras, sentado, mirándote los pies y leyendo en las huellas de las hormigas. Fue en ese momento en el que empezaste a leer, a buscar consuelo en las cartas y en los lápices,dibujando amigos imaginarios con colores Alpino fuertes. Rojo. Azul. Verde. Nunca negro. Los recortabas y jugabas con ellos por toda la casa,hablando con ellos, y jugando a la vez con las hojas del jazmín, que te encantaban porque te recordaban a las sirenas. Pasaste la época de las barbies y tuviste el coraje de pedírselas a tus padres. Los pequeños ponis también eran santo de tu devoción, pero no por el hecho de ser muñecos de niñas,en absoluto, con 7 años no piensas en eso. Te encantaba sumergirlas en el agua y jugar con su pelo, no había cosa que te entretuviera más. No había cosa. Después llegaron los Action Man, pero de ellos no diremos nada salvo que te encantaba desnudarlos y verles en calzoncillos.

Después llegaron los libros. Ahí fue realmente, desde muy pequeño, donde tú te sentiste acogido por alguien, donde te sentiste integrado. Qué lástima. las aventuras que pasaste con Harry Potter, con Noah Gordon y la famila Cole, con las mujeres de los manicomios de Torcuato Luca de Tena, con tantos y tantos personajes que te hacían reir y llorar...para ti eso era tu vida...Lo piensas y se te hunde la vida en las manos. Tú que deseabas en los recreos que se acabaran a los cinco minutos de empezar... ¡Y qué cambio tán drástico! ahora que cualquiera te entra en casa...

Pero entonces tu vida era muy diferente. Una madre obsesiva por tu alimentación, por tu vida, por la de tus hermanos... Y esa era otra, tus hermanos... Ellos que prácticamente no supieron de tu existencia hasta el día de tu comunión...

Y ahora mira en lo que te has convertido, amigo. Ahora que no eres nada, que no eres ni sombra de lo que siempre deseaste, que no eres nada, ni aire ni tierra... Te faltaron agallas para cojer la vida por las manos y decirle ¡basta! y seguir tu camino como tú querías, no como el resto te dijo... Por tu cabeza pasaron tantas ideas tantas veces, tantos hechos a punto de cumplir, por falta de un último momento de inspiración, y que las valerianas no te hacían el mínimo efecto, todo fueron conjunciones de los astros, o eso quisiste pensar, para que siguieras adelante como todos...

Y después llegó la música...

martes, 12 de agosto de 2008

En la ciudad sin estrellas o Las noches sin sueño.

Capítulo 1:

Apareces desnudo, vacío y con una herida en la frente. Tienes los ojos cargados y llenos de polvo, la cabeza embotada y llena de ruido. Te levantas y miras al suelo. Ropa y colillas, y una ducha que suena, pero no es tu casa. Preocupado, como cada vez, te levantas y te vistes sigilosamente, intentando no despertarte para no montar un espectáculo. Te pones la camisa de rayas, los pitillos negros y la rebeca que te regalaron la semana pasada. Y sales a la calle, a la mañana llena de resaca por cada esquina y te tapas el sol. Precisamente hoy tenía que empezar el buen tiempo y salir el sol, precisamente hoy, que tenías la borrachera más grande de tu vida, precisamente el día en el que no te acordabas ni de tu madre, y mucho menos de lo que te había sucedido la noche anterior, aunque sin duda nada bueno pues tenías el cuerpo dolorido, lleno de moratones y ni podías sentarte debido a una noche más bien salvaje.

Llegas a tu casa y lo primero que haces es poner la ducha en funcionamiento. Agua fría. Agua fría. Agua fría. Mierda! la bombona a vuelto a morir,y precisamente hoy joder. Te metes y cuando la cabeza se te ha encojido de lo congelada que está el agua, suena tu teléfono, martilleando tu cabeza y haciéndotela añicos y sales corriendo a cojerlo. "hola mamá. si mamá.si.si.si.si.no.te he dicho que si.que sí mamá.adiós mamá". Una vez que ya pasas de volver a la ducha porque prefieres vivir una semana más a morir modo cubito de hielo gigante, te secas y te vistes para comprar el pan. Los días de resaca siempre te apetece comer salado y pan. Mierda, es domingo. Te quedaste sin pan. Te llaman. "¿Si? Dime Alejandro. No. No creo. En casa que anoche tuve fiesta o algo parecido. ¿Con quién me fui? triunfazo pues,si lo sé me hubiera quedado en su casa...que hay un video colgado en internet? Joder. Tomamos un café y me lo cuentas. Adiós." Y ahora maldices todo lo maldecible. Un video tuyo y del chico con el que anoche te acostaste colgado en internet no puede ser bueno, seguro que no salís bailando pasodobles precisamente. Joder. Joder y joder.

¿Y ahora qué? esperar a que te cuenten lo que pasó anoche y que te enseñen el vídeo. Te cagas en todo lo cagable y un poco más y te preparas un buen filete de ternera con un sofrito de ajos y cebolla. Cocinar siempre se te dio ten bien y te relajó tanto...pero ahora ni si quiera un comedor militar te relaja los nervios que tienes.

Te vistes de nuevo, te pones guapo y sales a la calle a por ese café, agarando en la mano la rabia para lanzarsela al primer hijo de puta que se te cruce por la calle y soltarle dos hostias como dos catedrales, porque te conoces, y sabes que en cuanto hables con alguien le soltarás cualquier tipo de barbaridad, así que mejor que sea un desconocido, y por suerte, vives en un barrio a punto de mudarte lleno de yonkies aparcacoches.

Más enfadado si cabe, te montas en el autobús. Nadie te ha molestado por el camino, menuda mala pata. Una vez dentro, con una fatiga increible llegas al lugar de encuentro y con el primero con el q te cruzas es con el tío de anoche, que te mira, se ríe y viene directo a ti mirandote con cara de lascivia...Esto promete, te dices a ti mismo...

Si te dicen que caí.

Hoy fui capaz de andar, de levantarme y de mirarme al espejo, de fijarme en mi ojo detenidamente y de gritarte que te fueras a la mierda. Ayer traté de entenderte aunque nunca tuvieras razón, aunque me hicieras cojer un autobús a 400 kilometros de distancia para después hacerme esperar en la estación, sólo, fumandome el tiempo y el dinero, rabiando por dentro por perderme la noche estrellada. Y aún así no te monté un espectáculo. Uno que te merecías.

Pero ya no. Ahora ya no sé qué más decir o hacer. Tú me tienes harto. Tú consigues que mi rabia no se vuelva llanto como me pasa siempre, consigues que mi rabia salga y rompa contra el techo, poqrue tienes la cobardía metida en el pecho y no consigues enfrentarte a mí sólo. Porque un día te arrepientes, lloras y nada de eso ya servirá para recuperarme. Algún día no me verás más acurrucado y sumiso por ser tú la mano que me mece. Pero ya no.

Ahora, que ya no eres nada, que ya no me inspiras nada, simple coraje por ser quien soy, ahora dejas de darme pena, mamá.

Déjame en paz.

martes, 15 de abril de 2008

En esta ciudad sin estrellas.

Las horas que pasamos sentados. Las lunas que acostamos delante de vasos de cristal, dormidos, vacíos, inhertes a los pensamientos de los bebedores. Los árboles sin hojas, de ramas secas, de troncos fuertes, ásperos y vacíos, de hormigas que buscan consuelo en comida para compartir, de libros y revistas que llenan sus páginas con imágenes ilusorias, de Macondos de pacotilla. Las vidas que te cruzan los ojos, de los roces de las manos involuntarios. De las noches sin sueño.

Salir por la puerta con un portazo, con un signo de interrogación que se pregunta cuándo volverás, que te pregunta cunándo le abrirás de nuevo, dejando por respuesta unos puntos suspensivos que nada apuntan. Subes, la azotea que nunca visitas y que ni siquiera sabes que existe es el único lugar en el que quieres refugiarte, porque las estrellas no se ven desde la cama. Y abres la puerta, una puerta desvencijada, vieja, rota, sin ningún tipo de seguridad que te impida conocerla... y lo primero que buscas son las cuatro estrellas que esperas ver en una ciudad llena de nubes. Y no ves nada.

En esta ciudad sin estrellas, donde el egoismo y la felicidad andan codo con codo, donde la muerte no tiene importancia y se cree que la vida es frugal, porque sí, aquí es donde me encuentro.

Un trobellino de palabras y canciones me levanta los sesos desparramados por el suelo, me levanta la sangre incrustada en la bañera, me recompone los huesos de palabras no escritas.

Y no pasa nada. Nadie llora, nadie grita, nadie llama. Porque tantas veces que te imaginaste este momento hicieron que vivieras en una realidad inventada. Y ahora te arrepientes de muchas cosas, pues tu vida dejó de ser tuya hace muchos años, hace muchos días, hace muchos recuerdos, donde el niño gordete y bonachón era sin duda el más prometedor de la calle, de la casa, de la esquina, y donde todo lo cambió por un puñado de posibles futuros.

Y te quedaste sin nada.

Y ahora, tú, sólo frente a la pared dibujas el destino de tus manos.

Pero las lágrimas te acabaron las pinturas...

viernes, 14 de marzo de 2008

Cuando la inspiración te agarra y no te suelta, tienes que dejarla salir por donde buenamente se pueda. Y es que las musas, como leía hace poco, desaparecieron de mis brazos hace casi un mes y no volvieron. Debió ser la felicidad, que entretiene con cualquier cosa. A pesar de todo, y de la mala leche que se me sale por las entrañas, he decidido hacer algo con mi vida, escribir a ver lo que puede suceder, pensar en las cosas que pueden escribir mis dedos sin pensar.

Escribiré un cuento, un libro, una vida, moveré los hilos de los hijos de las manos con la intención de formar escenas cotidianas y malhumoradas.

Hoy sin embargo, el cielo está nublado, y he dejado el ambiente con olor a azahar y caluroso por una rebeca de 6 años atrás, de las peores navidades de mi vida, rozando mis pelos a falta de un buen amor, a falta del sexo que tanto imagino.

Y es que la sexualidad llama a mi puerta, el deseo, sentado en la butaca frente al ordenador llama una y mil veces y mueve mis órganos en sintonía con la música. - ¡Que no quiero sexo!

Pero nada, ahí continúa...qué asco de soledad premeditada y qué asco de asientos de piel. Que por lo menos llueva, que ya se verá el resto...

Y vivir de lo vivido...

Espero que de ahora en adelante ninguno de los dos salga a la calle, es algo que tenemos que evitar. O tú o yo, pero jamás los dos. He llegado a un punto en el que todas tu palabras me resultan hirientes, clavos ardiendo q me lanzas con saliva, escupiendo las palabras como si sintieras odio, rencor, hablándome como con intenciones de darme celos sobre tu vida, haciéndome quedar en ridículo frente al resto del mundo, frente a nuestros amigos, frente a aquellas personas que conoces gracias a mi. Pero ya no más. Ah no, ni un paso más. Hasta aquí llegó esta situación en la que tú, siempre tú tienes la razón.

¿pero sabes qué es lo peor? que como siempre, la culpa pienso que es mía. Tú utilizas las palabras, la memoria par atrastocar a tu antojo, usas los versos a tu antojo y los envuelves formando pequeñas pelotas que lanzas en la dirección que quieres, pues tus palabras convincentes convencen a cuaquiera, incluso a mí.

Y ya no más...Ahora soy yo el dueño de mis pasos.

Y que estas palabras llenas de ira y de fuerza no caigan en saco roto, y me enseñen a aprender, porque a pesar de todo te quiero y siempre serás mi amigo.

martes, 19 de febrero de 2008

Estoy deseando llegar, verte a través del cristal, que el corazón me lata a mil por hora, que se me empañe el cristal y que de repente desaparezcas, que baje las escaleras y no te encuentre, que coja mi maleta, me dé la vuelta y aparezcas, con una bolsa de gominolas, con unas galletas, con un abrazo y un beso por el largo viaje. Estoy deseando verte para abrazar los sueños que se me escapan por la boca y por las manos, por los dedos que escriben sin cesar tu nombre. Estoy deseando aparcar el teléfono móvil y poder acariciarte, poder sentirte, poder oler tus manos, que me toquen y que me erices. Estoy deseando que llegue el día en el que tú y yo seamos solo uno.



Estoy deseando que nada de esto haya sido un sueño, pero las sábanas se me quedan pegadas por todo el cuerpo debido al sudor, aparezco con unas marcas horribles en la cara, arruguitas de la almohada clavadas en las pestañas. Y ponerme en pie y desayunar tranquilo....y que tu voz me llame desde la cama. Que todavía no me he ido.

Las luces y las sombras que todo lo inundan.


Al principio hubo oscuridad. Mucha oscuridad, rota por pequeños estallidos, pequeños relámpagos que inundaban todo con su luminosidad y su fuego, con su electricidad y su fuerza. Después surgieron pequeños sereses con pequeñas bombillas transparentes en sus pequeñas cabecitas, situadas juasto encima de sus pequeños ojos, guiándoles por los yermos caminos. Consiguieron organizarse y crear pequeñas sociedades donde imperaría la luz y donde ella sería La Reina, así sería conocida en todo su amplio dominio.

Pero sucedió que entre todos aquellos seres uno se reveló, el más pequeñito de todos, el que menos luz tenía sobre sus ojos, aquel que más brillaba en todo el reino. ¿Por qué guardarnos la luz para nosotros? - decía - ¿por qué no la compartimos con el resto de seres que viven en este mundo? Pero nadie le hizo caso, le tenían envidia y miedo a la vez, pues mientras hablaba su cuerpo emitía pequeños destellos que salían de su boca, de sus ojos, de sus patitas, de sus manos.

Le desterraron lejos, al país donde la oscuridad era, si cabe, más oscura aún.

Pero él estaba féliz. Cantando salió de los límites del reino, emitiendo ya no pequeños, si no enormes reflejos de luz, grandes cantidades de una luminosidad jamás conocida en aquel Mundo. A cada paso que daba, a cada palabra que decía, a cada saltito que daba sobre los secos caminos surgían seres desconocidos, no porque no existiesen antes, sino porque no veían ni eran vistos. En esto crecieron unos seres diferentes, quedos, inmoviles pero llenos de vida y ¡De colores!, crecieron rápidamente alentados por la voz y la luz del pequeño aventurero. Salieron bayas y frutos carnosos de vivos colores, animales mínimos que le seguían en su camino, pues se dirigía hacia lo alto, hacia la más alta montaña del Mundo para iluminar, no le importaba el camino ni le importaba el peligro, sólo quería luz, era su droga, veía lo que conseguía con ella y quería más, para él y para todos los habitantes.

Los otros animales luminosos, aquellos que le desterraron corrieron tras él, pues tenían miedo, su país se estaba convirtiendo en el menos luminoso y eso no podía suceder, aquello era un insulto. Su mayor sorpresa llegó cuando descubrieron que el resto de seres también tenían luz propía y se la transmitían unos a otros, el canto del pequeño aventurero les había dado el mejor regalo de todos, la vida y la luz.

Una vez en lo alto del monte, cuando se disponía a soltar todo el aire y abrir el cielo a los ojos del resto del mundo, una diminuta flecha fue disparada desde la posición de La Reina. En ese momento, el cuerpo de nuestro pequeño aventurero cayó al suelo. El Imperio de La Reina jamás sería vencido. Pero en lo alto de la más alta montaña del Mundo sucedió algo, del cuello del pequeño animalito surgieron, en lugar de pequeñas gotas de sangre, unas diminutas gotitas de luz, su esencia, su vida se transformaba en agua que bullía por el suelo y se elevaba cielo arriba, formando pequeños girones en el aire que subieron a un velocidad vertiginosa...

Y entonces ¡Pum! empezó a llover, pero no era agua clara y transparente, eran cortinas de agua roja,amarilla, verde, rosa, ámbar, naranja, ¡azul!, cortinas de agua que cayeron ladera abajo, inundándolo todo de colores, de vida, de alegría, de todo lo que antes era un sueño, de todo lo que un día soñaron que sería el Mundo.

Y de repente esa lluvia, tan llena de tantas cosas, subió de nuevo hacia arriba y desapareció, abriendo un hueco en las nubes y dando paso al sol, que no cesaba de cantar y dar saltitos iluminandolo todo y a la luna, que era su esencia, su alma, su vida.

martes, 12 de febrero de 2008

Y se vuelve loca en su habitación.

Y sí, tengo recuerdos de cosas que aún no he vivido. Debo estar demente perdido, pero mi imaginación vuela y tengo sueños q me traen de cabeza, pienso en momentos quem e gustaría vivir y llego a pensar que pueden ser reales. Me queda poco tiempo para comprobar si todo aquello de lo que me llevan hablando semanas(unas semanas que realmente llegan a ser adorables) se hace realidad,si se convierten en una pared sólida de barro y paja, y no simple humillo color canela.

Espero que las barkitas en el retiro, las cenas en La Latina, los paseos por lugares nuevos, por calles que relamente no conozco se cumplan, aunque nunca se sabe. Y aunque pueda sonar cursi, esas cosas me encantan, y si alguien de repente quiere preosuparse por mi y demostrarme cosas que nadie antes me ha demostrado, ¿Para qué obcecarnos y negar la bienvenida a algo más?



Y querer enseñar el sol de las tardes con olor a café, caliente, profundo, negro y humeante...y algunos besos mientras suenan canciones que hablan de amor y de desamor...que nunca viene mal un poco de cariño.

Que nunca vien mal un poco de algo nuevo...

jueves, 7 de febrero de 2008

Giragiragiragiragiragira

Párate y da unas vueltas, sobre ti mismo, mirando arriba al cielo, a las estrellas de la mañana, a la luna que está a la sombra del sol durante todo el día, a los aviones que sobrevuelan tu cabeza que llevan pasajeros que te observan, desde lejos, pero te observan, te mirran, atentos a tus vuelas. Mira a las hojas que cuelgan de los arboles, aquellas que se balancean pendiendo de un hilo, las últimas y más fuertes que creen que le han ganado el pulso al otoño. Míralas.

Y coje una hormiga, siéntala en tu mano y hazla rabiar, muevela, que ande y no se caiga, y cántale. Que sea cualquier cosa, pero cántale.

Párate, deja de dar vueltas y sigue tu camino. Y mañana rueda por el suelo y mánchate las manos y haz bolitas de barro. Cuéntame qué es lo que sientes al sentir de nuevo lo que sientes.

...Una vez, sólamente una vez, ya lo ves...

Ayer descubrí que no conozco mi vida, ni mi ciudad, ni mis ganas. Ayer conocí una calle estrecha, de adoquines grandes, regulares, incómodos y pulidos que me llevaron como por un camino de losas amarillas a lugares que no conocía. A mi Oz particular. Ayer esperé que el final del camino llegara a mí de una forma u otra.

Y llegó. En forma de voz, en forma de llamada, con un "¡Hola!" inesperado, simpático, abierto y limpio, sincero como una pequeña bombilla en una lamparita pequeña que alumbra una esquinita de la habitación y evita que nos caigamos en la oscuridad de los suelos.

Comento con mi almohada (y ella me da la razón de forma tajante) que los libros han dejado de hacerme caso, ya no me responden ni me consuelan. Es ahora, en lo profundo de mis sueños, en plena fase REM de inconsciencia premeditada donde hayo imaginación, películas e historias que me entretienen en los primeros momentos del día y que se quedan ahí. No duran mas de tres minutos en mi mente, como les sucede a los peces de colores, y me martiriza a lo largo de los días intentando recordar aquello que me sonroja y me sonríe.

Pero ya he encontrado un sustituto a mis sueños. Ya he aprendido a soñar despierto y verme andando tres pasos por delante, siguiendo los pasos de unos patos y unos peces.
Sonrojándome con la luz del día y abatido por el peso de tus palabras.

Y mostrarte lo que ven mis ojos, con el color de las tardes púrpuras de invierno.

...Dónde vas, tan sola y tan tarde...

Que no fueron mis pies, que fueron mis manos las que se enredaron...una vez, sólamente una vez...

jueves, 24 de enero de 2008

Tú que no eres tú.

Eres luz. Eres hojas secas. Eres suelo, eres viento, eres agua. Te mueves con la brisa y te vienes con el tiempo. Te arrastran las palabras que te encuentras por la calle. Coleccionas miradas de desconocidos. Besos de antaño. Besos que robaste una noche con sabor a humo. Eres estrella de la marina mercante. Eres la página dieciocho de mi libro favorito. Lees más allá de mis pasos. Anhelas caricias y manos en la cafetería. Buscas consuelo en el chocolate y apoyo en la música. No existes. No eres nadie. No tienes padre ni madre, ni amigos ni profesores. No tienes vida porque no existes.

Y sin embargo no desapareces de mis ideas.

Y tú, que no eres tú, sino una imagen turbia que alimenta mi pecado, aquí me espera.

Aquí te espero.

Hay siempre un sentimiento muerto en un corazón roto

Anoche volviste a salir. Decidiste que dejabas el alcohol, las drogas y el sexo, empezaste una vida abstemia, sana y sin resaca. Querías ahorrar para comprarte un equipo de música, para comprarte algo de ropa nueva. Querías cambiar tu imagen de chico estrafalario y volver a ser un tipo normal, que no llama la atención y que saca buenas notas. Pero anoche volviste a salir, volviste a pedir cervezas a cuenta de gente sin alma buscando un hueco donde vaciarse, donde dejar sus penas, sus lagrimas y su semen.

Ya no vuelvo a beber.

Suena el teléfono. Decides no cojerlo a pesar de que el sonido es, si cabe, más estridente de lo que suele ser. Te quedas dormido con el sonido de la tele de fondo, Pressing Catch, ese teatro, esa pantomima en la que hombres fornidos hacen como que se pelean y se hacen daño. Una burda farsa. Como tu propia vida.

Porque tu antes tenías una vida, una vida real, una vida con dinero, familia, cariño en su justa medida, amistades e incluso bienes materiales no propios, obviamente. ¿Y ahora? Ahora lo que tienes es un armario repleto de ropa, cajones llenos de preservativos, ropa interior y estanterías vacías de besos. Y dos libros de los que no te separas. Cien años de Soledad. Mítologías del Mundo. El primero te llamó la atención hace muchos años, te impresionó esa facilidad para poder escribir que tenía el autor. El segundo no es más que un recuerdo de otras épocas pasadas en las que tu falta de fé te hicieron fuerte defensor de religiones antiguas y falsas, pero que sin embargo, te entretenían más que un hombre que anda sobre las aguas.

Ahora te miras al espejo y encuentras unos ojos caídos, manos secas y nariz con capilares finos, indicio de tu alcoholemia y de tu falta de coraje. Ahora quieres ver Amelie y romper tus ojos.

Ya no recuerdas cuando fue la última vez que lloraste.

domingo, 20 de enero de 2008

Que me busquen entre las sábanas.

Amaneces(que no es poco) cubierto por una basta capa de ropa. Ese no es tu cuarto, ni tu cama, y ni mucho menos eso que llevas puesto es un pijama, sino la ropa con la que ayer saliste, con la que ayer te perdiste. Y te das cuenta que no recuerdas lo vivido. Prefieres no recordar las noches en las q te mata el Mundo y sangras cerveza y cigarrillos, en las que las caídas al suelo y las lágrimas son cosa constante.

Te levantas y sales por la puerta como un extraño, esperando una voz que te pida explicaciones o por lo menos que te insulte, para sentirte vivo de nuevo. Pero nada.

Sales a la calle, atestada de gente para ser un martes por la mañana, y te das cuenta q la gente te mira. No es algo raro, estás acostumbrado a que la gente se de la vuelta y te mire, te observe y te despedace, porque siempre fuiste una persona rara.

La gente te decía que eras atractivo, incluso guapo, pero nunca te gustaron los piropos a la cara, te hacían sentir muy incómodo, y los que tu madre te releía de parte de sus amigas no valían porque podían ser inventados por una madre paranoica que pensaba en depresiones precoces en su hijo de 24 años. Y eso te hundía un poco más.

Pero la gente te miraba y eso era indiscutible, por esa razón tus ojos siempre miraban al suelo y andabas encorvado cual bastón de paseo.

Por esa razón te vendías en las noches por cuatro copas. Para sentirte vivo.

martes, 15 de enero de 2008

Simplemente soy

Nunca haces nada bonito por mí ¿no te has planteado por qué??

Pues no.
No sé, no es algo típico de mí.

¿El qué?

Hacer cosas bonitas por la gente.
Símplemente soy.

Aprobecha hoy que mañana te dolerán las piernas.

Ruido. Mucho ruido. Mi calle amanece llena de ruido. Obras, ambulancias, voces, pitidos, gritos, coches, motos, vendedores, puertas, escaparates, ventanas, risas, cafés, churros con chocolate, magdalenas y cigarrillos. La gente vive en un estado de estrés y prisas; todos arrastrados por una vorágine de puntualidad nunca cumplida que envejece la piel y agrieta las manos.

Vivimos en una época en la que esto se soluciona con una sesión de spa, masajes, baños turcos, baños en chocolate, tés, incienso y viajes espirituales en tres sesiones rápidas y cómodas de yoga a domicilio. Una vida rápida servida por un dependiente acnéico con redecilla al pelo.

Pues oiga usted, que se pare el Mundo, que yo me bajo.

Bicicleta en mano pretendo robarle tiempo al mismo día y plantarme en la calle. Aparco la bici. Y ando despacio, observando, tanteando, dejándome ver, leyendo las baldosas, los chicles pegados al suelo, las colillas. Comprar un libro, el que sea y sentarme al sol con un café. Que me llamen el intelectual y reir ante semajante barbaridad. Fumar siempre es bonito con unas gafas de sol, un churro en la mesa y una conversacion introspectiva de mi vida.

A veces recuerdo cuando no me gustaba tomar café.

Entonces otras cosas eran diferentes. Y me gustaba mirar al futuro.

sábado, 12 de enero de 2008

Adiós muy buenas...

Y dormíamos tan juntos que amanecíamos siameses...

Y pasabamos tantas horas juntos que nos importaba bien poco que la gente nos mirase(porque la gente nos miraba). No era normal en una ciudad como ésta que una pareja de hombres se besara y caminaran agarrados de la mano. Eso no estaba bien visto. Pero a nosotros nos importaba bien poco.

Pasábamos horas delante de un café charlando sobre temas de distinta dimensión. Nos gustaba escuchar una y otra vez canciones que nos recordaban momentos que nos recordaban canciones. almost lover. beautiful. Goodbye my lover. Esas canciones que en algún momento escuchamos mientras paseabamos por el sol escuchando el mp3. Tú te ponías el auricular izquierdo. Yo el derecho. Era una manía. A pesar de que tu oido bueno era el derecho.


Y un día todo aquello cambió. Un día decidiste que estabas ocupado. Un día dejaste de hablar. Un día decidiste que querías ponerte el auricular derecho.


Pasaron meses y me llegaron noticias de que habías encontrado el amor de tu vida. Dejaste a todos tus amigos, cambiaste de ciudad, te centraste en la carrera( un milagro viniendo de ti), te pusiste a trabajar, creo, en una empresa de secretario. y tu amor se volvió hembra. Increíble pero cierto. Ahora tu madre por fin era feliz. Tantas veces que te dijera que no le gustaba mi compañia para ti. Le diste al final la razón.


Yo sigo aquí. Sentado fumándome un cigarro, planteándome dejar de nuevo esta carrera que me trae loco, queriendo trabajar, queriendo tener un coche, queriendo encontrar a alguien q tape tu hueco, queriendo saber qué es la vida, queriendo queriendo queriendo...



Pero jamás encontré a nadie que quisiera dejarme su auricular derecho.

viernes, 11 de enero de 2008

Azul en las manos

Pues bien, hoy he decidido que como el aburrimiento se apodera de mis minutos me hacía algo de esto para poder escribir, que quieras que no siempre ayuda. La verdad que siempre he admirado a la gente que es capaz de escribir, pero mucho más a la gente que sabe hacerlo. El simple hecho de saber unir unas letras con otras, de formar palabras, destrozar frases es algo que siempre admiré.




Y ahora me asomo a la ventana y está lloviendo. Lleva todo el día gris, como los ánimos.



Definitívamente no salgo. Un cine solo nunca me ha atraído,es más, siempre me pareció triste y deprimente. Ahora comprendo que hay gente que está sola. Siempre pensé que había que tener mucho coraje para hacer ese tipo de cosas. Que la gente está un poco loca. Yo hablo solo, de hecho estoy hablandole a la lluvia, q empapa mis manos, mis manos q se vuelven de colores. Rojas con el frío que no existe en Sevilla. Azules con el hielo q no existe en sevilla. Marrones con el barro q se forma en mis pies. Colores tristes y apagados.


Siempre tuve unas manos feas....