lunes, 16 de marzo de 2009

Qué bien.

Un pájaro posado en la ventana que no sabe volar, que quiere, pero no puede volar. Un pájaro que se merece un pequeño empujoncito de su madre, ese poco de confianza para que extienda sus alas y vuele. Su madre no está, así que le pegas un pequeño empujón y el pájaro, justo una milésima de segundo antes de caer, te mira y te pregunta por qué lo has matado, con ojos de corderito degollado.

Y el pájaro cae, desde un piso quince, a una velocidad de trece metros por segundo.

Cuando choca contra el suelo y se desparraman sus sesos y sus vísceras, tú te das cuenta que ya estabas muerto antes del piso número nueve.

Tú y tus sentimientos, muertos los dos, echos una pelota y lanzados a una papelera llena de pañuelos de mocos y folios a medio escribir.

Qué bien tu vida. Qué bien.

1 comentario:

Ophelia dijo...

vuelves :D
precioso y visceral :D
un beso