Hay días que pasan, sin más ni menos, días que no echas cuenta cómo han pasado las horas, días en los que duermes sin más mientras caminas y mientras te mueves como un autómata. Y hoy era un día de esos, un día de los de nada. Pero ha habido un problema: hoy la ciudad se ha llenado de negro, de oscuridad, hoy la Noche ha alcanzado al Sol, al astro Rey, lo ha secuestrado para sí y lo ha escondido para que nadie pueda verlo. Hoy se ha inundado todo del negro.
La Señora de la noche ataca con agua, con viento, con caos, desconcierto y atascos a la ciudad. Al ruido le ha nombrado Señor de la Guerra, Comandante en Jefe de su lucha por la posesión de las horas y éste ataca indiscriminadamente contra todo el mundo, con ambulancias que rompen el silencio de la noche, con bebés que lloran y maman por joder, con la rebelión y lucha encarnizada de todo los cuadrúpedos, el levantamiento de los reptiles, llegando a tomar por completo edificios, camas y pensamientos, miradas y roces.
Hoy la Señora de la Noche, de la Oscuridad, ha dado un escarmiento a todos aquellos que osaron reirse de ella y maldecirla.
Bien hallada.
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