miércoles, 4 de febrero de 2009

La noche.

Hay días que pasan, sin más ni menos, días que no echas cuenta cómo han pasado las horas, días en los que duermes sin más mientras caminas y mientras te mueves como un autómata. Y hoy era un día de esos, un día de los de nada. Pero ha habido un problema: hoy la ciudad se ha llenado de negro, de oscuridad, hoy la Noche ha alcanzado al Sol, al astro Rey, lo ha secuestrado para sí y lo ha escondido para que nadie pueda verlo. Hoy se ha inundado todo del negro.

La Señora de la noche ataca con agua, con viento, con caos, desconcierto y atascos a la ciudad. Al ruido le ha nombrado Señor de la Guerra, Comandante en Jefe de su lucha por la posesión de las horas y éste ataca indiscriminadamente contra todo el mundo, con ambulancias que rompen el silencio de la noche, con bebés que lloran y maman por joder, con la rebelión y lucha encarnizada de todo los cuadrúpedos, el levantamiento de los reptiles, llegando a tomar por completo edificios, camas y pensamientos, miradas y roces.

Hoy la Señora de la Noche, de la Oscuridad, ha dado un escarmiento a todos aquellos que osaron reirse de ella y maldecirla.

Bien hallada.

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