martes, 19 de febrero de 2008

Las luces y las sombras que todo lo inundan.


Al principio hubo oscuridad. Mucha oscuridad, rota por pequeños estallidos, pequeños relámpagos que inundaban todo con su luminosidad y su fuego, con su electricidad y su fuerza. Después surgieron pequeños sereses con pequeñas bombillas transparentes en sus pequeñas cabecitas, situadas juasto encima de sus pequeños ojos, guiándoles por los yermos caminos. Consiguieron organizarse y crear pequeñas sociedades donde imperaría la luz y donde ella sería La Reina, así sería conocida en todo su amplio dominio.

Pero sucedió que entre todos aquellos seres uno se reveló, el más pequeñito de todos, el que menos luz tenía sobre sus ojos, aquel que más brillaba en todo el reino. ¿Por qué guardarnos la luz para nosotros? - decía - ¿por qué no la compartimos con el resto de seres que viven en este mundo? Pero nadie le hizo caso, le tenían envidia y miedo a la vez, pues mientras hablaba su cuerpo emitía pequeños destellos que salían de su boca, de sus ojos, de sus patitas, de sus manos.

Le desterraron lejos, al país donde la oscuridad era, si cabe, más oscura aún.

Pero él estaba féliz. Cantando salió de los límites del reino, emitiendo ya no pequeños, si no enormes reflejos de luz, grandes cantidades de una luminosidad jamás conocida en aquel Mundo. A cada paso que daba, a cada palabra que decía, a cada saltito que daba sobre los secos caminos surgían seres desconocidos, no porque no existiesen antes, sino porque no veían ni eran vistos. En esto crecieron unos seres diferentes, quedos, inmoviles pero llenos de vida y ¡De colores!, crecieron rápidamente alentados por la voz y la luz del pequeño aventurero. Salieron bayas y frutos carnosos de vivos colores, animales mínimos que le seguían en su camino, pues se dirigía hacia lo alto, hacia la más alta montaña del Mundo para iluminar, no le importaba el camino ni le importaba el peligro, sólo quería luz, era su droga, veía lo que conseguía con ella y quería más, para él y para todos los habitantes.

Los otros animales luminosos, aquellos que le desterraron corrieron tras él, pues tenían miedo, su país se estaba convirtiendo en el menos luminoso y eso no podía suceder, aquello era un insulto. Su mayor sorpresa llegó cuando descubrieron que el resto de seres también tenían luz propía y se la transmitían unos a otros, el canto del pequeño aventurero les había dado el mejor regalo de todos, la vida y la luz.

Una vez en lo alto del monte, cuando se disponía a soltar todo el aire y abrir el cielo a los ojos del resto del mundo, una diminuta flecha fue disparada desde la posición de La Reina. En ese momento, el cuerpo de nuestro pequeño aventurero cayó al suelo. El Imperio de La Reina jamás sería vencido. Pero en lo alto de la más alta montaña del Mundo sucedió algo, del cuello del pequeño animalito surgieron, en lugar de pequeñas gotas de sangre, unas diminutas gotitas de luz, su esencia, su vida se transformaba en agua que bullía por el suelo y se elevaba cielo arriba, formando pequeños girones en el aire que subieron a un velocidad vertiginosa...

Y entonces ¡Pum! empezó a llover, pero no era agua clara y transparente, eran cortinas de agua roja,amarilla, verde, rosa, ámbar, naranja, ¡azul!, cortinas de agua que cayeron ladera abajo, inundándolo todo de colores, de vida, de alegría, de todo lo que antes era un sueño, de todo lo que un día soñaron que sería el Mundo.

Y de repente esa lluvia, tan llena de tantas cosas, subió de nuevo hacia arriba y desapareció, abriendo un hueco en las nubes y dando paso al sol, que no cesaba de cantar y dar saltitos iluminandolo todo y a la luna, que era su esencia, su alma, su vida.

1 comentario:

Ophelia dijo...

S-O-B-E-R-B-I-O

y no te digo nada mas =)

un beso!!